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¿Y si la vacuna la encontrara una mujer?

— Nota publicada el 6 de junio de 2020 en El Destape —

En Argentina, la mayoría de las investigadoras son mujeres. Un grupo de científicas está al frente de los estudios para una vacuna «made in Argentina».

La primera iniciativa latinoamericana de desarrollo de una vacuna contra el Coronavirus tiene lugar en Argentina. Se trata del trabajo de un grupo de cientifiques, conformado por diez mujeres y un hombre, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica (Conicet) y de la Universidad de San Martín. Este proyecto obtuvo un subsidio estatal de US$ 100 mil otorgado por la Unidad Coronavirus del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, y se suma a los 115 que se encuentran en la carrera por el perfeccionamiento de una vacuna en todo el mundo.

La noticia se replicó en la mayoría de los medios de comunicación con titulares como éste: “Científicos argentinos desarrollan vacuna contra el Coronavirus”. El equipo es coordinado por Juliana Cassataro, investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB-Intech) de la Universidad de San Martín (Unsam) y especialista en inmunología, enfermedades infecciosas y desarrollo de vacunas, y  se completa con Karina Pasquevich, Lorena Coria, Diego Álvarez, Eliana Castro, Claudia Filomatori y Lucía Chemes, y las becarias Celeste Pueblas, Laura Darriba, Laura Bruno y Eugenia Bardossay. La trascendencia histórica de la noticia, en términos de política pública y avance científico, puso en un segundo plano la construcción discursiva en los titulares sobre los acontecimientos y la imagen masculinizada de la ciencia que se reproduce.

En 2015 la Asamblea General de la ONU estableció al 22 de diciembre como el Día Internacional anual para reconocer el rol crítico que juegan las mujeres y las niñas en la ciencia y la tecnología. En ese marco subrayó que a pesar del crecimiento ininterrumpido de la participación de las mujeres en las carreras de grado superior en las distintas ramas científicas, todavía existe una brecha de género. Al 2020 menos del 35% de les investigadores científiques en el mundo son mujeres y siguen encontrando múltiples obstáculos.

Silvia Kochen es investigadora principal del CONICET y secretaría de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT). “La ciencia no es un espacio masculinizado, porque la presencia de mujeres es casi la misma. Sin embargo hay un predominio de hombres en los espacios de poder y toma de decisiones. Se repite la misma lógica que en el resto de los espacios en sociedades falocráticas y machistas, donde los hombres llegan a esos lugares ‘naturalmente’ y generan situaciones de arbitrariedad”. En los cargos de gestión las mujeres son apenas el 25 % y en las universidades nacionales, solo representan el 12 % del total de los rectorados.

Según información del área de Equidad de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación del Ministerio de Ciencia, el 59,5%  (18.109) de los investigadores e investigadoras en nuestro país son mujeres, frente al 40,5 % (12.313) que son hombres. Incluso en lo que respecta a nivel alcanzado en la carrera de investigación se observa que el 25,6% de las mujeres alcanzan una beca doctoral, frente al 23,2 % de los varones. No obstante la tendencia se revierte cuando observamos las publicaciones en revistas científicas: el 48,8% de lo hombres llegan a publicar, mientras que lo logran solamente el 41,3 % de las mujeres, brecha que crece aún más cuando se trata de publicaciones sobre ciencias médicas y de la salud.

El 59,5% (18.109) de los investigadores e investigadoras en nuestro país son mujeres»

La Red se creó para visibilizar situaciones de discriminación negativa hacia las mujeres que no eran visibles. Antes por ejemplo no existía un registro de la cantidad de hombres y mujeres que integran el Conicet, las categorías que ocupan o quiénes integraban las comisiones. “Cuando lo visibilizamos descubrimos que para los hombres es mucho más fácil avanzar en la carrera científica. Nosotras siempre tenemos que demostrar que somos muy buenas en ciencia aunque tengamos familia, amigos, vida social. A los hombres eso no les sucede.  Una mujer necesita entre dos o tres veces el mismo currículum parra ocupar la misma posición”, remarca Kochen. Asimismo a igual edad y misma cantidad de tiempo dedicado al desarrollo científico,  más de la mitad de los varones están casados y tienen hijos, mientras que las mujeres en esa situación son una minoría. “En la ciencia las mujeres todavía tenemos un ‘techo de cristal‘ que hace que tomemos ciertas decisiones como postergar el deseo de la maternidad, si es que existe,  porque esto es un impedimento para avanzar en nuestra carrera. Es normal que en las entrevistas por ejemplo nos pregunten si queremos tener hijos o no, consulta que jamás le harían a un hombre”, explica la investigadora.

Hace pocas semanas se dio a conocer una informe en el portal The  Lily del Washington Post, que indica que en plena pandemia si bien aumentó el número de publicaciones científicas, las firmadas por mujeres se redujeron a la mitad en comparación a la misma fecha de 2019. La explicación es muy simple: son las mujeres quienes se encargan del 75 % de las tareas del hogar, que además ahora incluyen el cuidado de hijos o de las personas mayores. Alejandra Petino Zappala, es bióloga y becaria posdoctoral de FCEN (UBA): “yo tengo la ‘suerte’ de repartir las tareas domésticas con mi pareja, pero no siempre es el caso. He visto a compañeras haciendo malabares con la maternidad y el trabajo científico, y realmente me pregunto cómo lo hacen. No es sólo una impresión, están los datos que muestran que, tanto en investigación como en docencia, la proporción de mujeres disminuye con la jerarquía”.

Las aspiraciones profesionales de les jóvenes  son condicionadas por su contexto familiar, su nivel socioeconómico y cultural, la posibilidad de acceso a la educación superior y los estereotipos de género que se producen e incorporan en la socialización en relación con los roles y la imagen del científico. Alejandra cree que la construcción de la imagen de la ciencia masculinizado, esa imagen estereotípica del hombre blanco en un laboratorio con guardapolvo, es histórica: “es un remanente de la época en que era exclusivamente cosa de hombres blancos, de situación económica acomodada. Con el tiempo fue mejorando, pero todavía existe una cierta retroalimentación de esos procesos, son muy difíciles de desarmar”.

No es posible disminuir la brecha entre los géneros si se reproduce la idea de que una mujer debe relegar su vida personal si quiere dedicarse al trabajo científico. Para ello desde la Red trabajan iniciativas con el objetivo de crear situaciones de discriminación positiva como por ejemplo que durante la maternidad se le brinde más permiso y más tiempo para presentar su tesis final. Para lograr modificar estos imaginarios y abrir el futuro de las nuevas generaciones es clave la puesta en marcha de acciones y dispositivos socio culturales alejados de los estereotipos.

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