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Editorial

El próximo año vamos a comenzar con el tercer año de nuestra carrera y con ello nacen nuevos horizontes, nuevas expectativas nuevos desafíos. Cuestiones que no podemos pensar separadas del nuevo escenario político que se abrió luego del 10 de diciembre del 2015. El nuevo gobierno desde su asunción viene impulsando un paquete de medidas económicas: tales como la quita de retenciones a las exportaciones, la liberación de importaciones, el endeudamiento externo. Las repercusiones de estas políticas ya comienzan a hacerse visible: la fuga de divisas, la concentración de la riqueza en los sectores más enriquecidos y el debilitamiento del Estado que se traduce en una reducción de sus funciones económicas y sociales. Nuestra Universidad no es ajena a este cambio que el gobierno realizó sobre las políticas públicas y sobre el sentido de la economía, ya que este tiene un impacto directo en las condiciones de vida de la población que habita en los distritos sobre los cuales nuestra institución tiene su región de influencia.

En este nuevo escenario es que pensamos la iniciativa de la Revista Pueblo, como un ámbito de reflexión sobre nuestra disciplina y sus desafíos actuales, con la vocación de propiciar el intercambio entre estudiantes y docentes, para constituir un espacio de difusión de nuestras acciones y debates. Además, proponemos este formato digital, accesible por medios móviles, para aprovechar las nuevas tecnologías en nuestra formación.En este primer número, vamos reflexionar sobre las particularidades de la carrera de trabajo social de la UNAJ, nuestros estudiantes, nuestros docentes y en definitiva de nuestra identidad como colectivo.

Renovamos también nuestro compromiso con la batalla cultural. Desde la Argentina un país dependiente en lo económico y culturalmente colonizado, apostamos a dar la discusión por la construcción de profesionales profundamente comprometidos con nuestro pueblo, con la conformación de una cultura propiamente americana. Nuestra larga historia de dependencia, está atravesada por la imposición de una cultura de autodenigración de lo propio, de imitación, de pensar nuestra tierra, nuestra historia, tan sólo como un apéndice de los países centrales. Hoy este escenario parece repetirse, la élite dirigente a cargo del gobierno refuerza la necesidad de la imitación y de la importación de soluciones, afirmando que los rumbos propios construidos durante los últimos años no eran más que meros engendros deformados de la vocación autoritaria de líderes populistas y pueblo bárbaros.

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