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Por Cristina Fioramonti. Abogada especialista en Derecho Administrativo. Presidenta del Bloque de Concejales del Frente de Todxs de Florencio Varela. Coordinadora de la materia Introducción al Derecho Público de la Licenciatura en Trabajo Social (UNAJ).

Editorial # 7

Desde la concepción de su nombre, la Revista Pueblo nos abre el abanico de las voces que se expresan en sus líneas; especialmente en este Nº 7, en el que vamos a poder ver cómo nos atraviesa y nos interpela un tema central. Invitamos a cuestionarnos, una vez más, sobre el por qué existen diferencias entre las personas nacidas para ser iguales.

Mucho se ha escrito e investigado respecto al origen de la desigualdad. En su célebre “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres”, Jean-Jacques Rousseau escribía, entre otras cosas, que la sociedad civil es una trampa perpetuada por los poderosos sobre los débiles, que permite a estos conservar su poder y riqueza.

El Artículo 1º de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano nos dice que “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común”.

Como vemos, el “nacer para ser iguales” es una entelequia cuando nos alejamos de los documentos declarativos y observamos la realidad. Hoy, como siempre, la desigualdad debe ser denunciada y combatida. La igualdad debe ser no solo declamada, sino también conquistada y defendida.

Alberto Fernández hace muy pocos días dijo: “lo que hacemos no es sembrar discordia, estamos sembrando igualdad” y desde aquí marca claramente el rumbo de su gobierno, gestionando todas aquellas políticas públicas en el camino de “igualar” a una sociedad profundamente desigual.

Cuando la desigualdad se perpetúa porque los que “nacieron pobres” no poseen el acceso a las mismas oportunidades de los que “nacieron ricos”, germina una profunda diferencia estructural altamente negativa para la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la cohesión social.

Los artículos que aquí se desarrollan nos invitan a reflexionar sobre la desigualdad, sus causas y sus efectos. Nos mueven a pensar la compleja relación entre conceptos como igualdad de oportunidades, igualdad de posiciones e igualdad de resultados. Nos proponen argumentos para comprender por qué la igualdad debe ser un fin no solo económico y político, sino también ético. Nos incitan a pensar en cuál debe ser el rol de los poderes públicos en la promoción de la igualdad en sus diversos aspectos, desde el acceso al conjunto de servicios básicos que son necesarios para que cualquier persona alcance su potencial pleno –independientemente del género autopercibido, de la región geográfica donde haya nacido, del grupo social al que pertenezca o de la familia de la que provenga– hasta la generación de un contexto comunitario donde todes les actores sociales puedan perseguir de manera efectiva el proyecto de vida que los vuelva felices.

Sabemos que igualdad y justicia social van de la mano. La búsqueda de una sociedad más igual, es la búsqueda de una sociedad más justa. Esperamos que los textos que se presentan a continuación sirvan de guía para seguir transitando ese camino.

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