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Por Claudia Bernazza. Diputada Nacional. Docente e Investigadora UNAJ. Participante de la organización Lugar del Sol – Organizaciones de lxs Chicxs del Pueblo. El presente artículo fue escrito con la colaboración de Damián Lambusta, Obra del Padre Cajade – Organizaciones de lxs Chics del Pueblo.

Respuestas comunitarias en el territorio de la niñez y la adolescencia

Para criar a un niño, se necesita una tribu entera.
Proverbio Tuareg

O inventamos, o erramos
Simón Rodríguez

Nuestras experiencias de vida se inscriben en territorios y comunidades concretas. En nuestro caso, integramos comunidades que intentan, parafraseando a Mariátegui, resistir y transformar las leyes de un Estado extraño a su destino que se impuso a sangre y fuego.

En nuestro Sur, la vida en comunidad se desarrolla a contracorriente de los estados que se organizaron para proteger propiedades privadas y un modelo agroexportador con muy pocos dueños. Por esta razón, a lo largo del siglo XX, nos propusimos la transformación de las estructuras estatales. Trabajadores desplazados, inmigrantes, estudiantes, lucharon por un Estado con nuestro rostro. Cuando estos colectivos se hicieron del poder, le aportaron al Estado leyes sociales y laborales, así como leyes que reconocen derechos de las minorías o la participación política de las mujeres. Los pueblos construyen, en disputa con los sectores dominantes, las instituciones que necesitan. En palabras del amauta peruano, no somos calco ni copia, somos creación heroica. Eva Perón expresaba esta misma idea con contundencia y sencillez: aprendí de Perón a ver los caminos que nadie recorre, que nadie se anima a recorrer.

Estas palabras reflejan una forma de comprender y habitar el mundo. Es el reconocimiento de la propia identidad, la valoración de las ideas que se fraguan en el aquí y ahora de cada pueblo. Los Estados, pensados originalmente por las elites gobernantes, no suelen receptarlas, en muchos casos las desconocen, y muchas veces, trágicamente, las combaten. Esto no ha podido detener la búsqueda de respuestas a las adversidades y problemas, la vocación de los pueblos de construir donde aún no hay nada.

Infancias negadas

Estas instituciones “ajenas” también se expresan en el territorio de las infancias. Las familias acomodadas de la República Conservadora reconocieron, para sus hijos, una “edad de la inocencia”. Para el resto, se trataba de una edad donde prepararse para el trabajo esclavo o la guerra, si la guerra no los necesitaba antes.

A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, mientras deambulaban cientos de canillitas por las calles de Buenos Aires, los hijos de las familias propietarias recorrían los pasillos del Colegio Nacional Buenos Aires. Miguel Cané lo describe en su obra más conocida, Juvenilia. Cané es un claro exponente de la generación del 80. Preocupado por “la marea que todo lo invade”, Miguel Cané impulsará, como legislador, la Ley de Residencia, una clara continuidad de las ideas que volcó en su literatura.

Los niños mendigos, canillitas y vendedores ambulantes eran una molestia constante y una de las preocupaciones centrales de los higienistas de la época. Carlos Arenaza manifestaba que “la mendicidad en las calles de Buenos Aires es un lunar, un feo lunar, un deprimente espectáculo para nuestras pretensiones de grande y progresista ciudad”. Agregaba que “se gasta demasiado en Buenos Aires con caridad y asistencia social para que sea tolerable que, pretendidos pobres, como lo son de ordinario, mendiguen en la vía pública”. Es el tiempo de la ley 10.903 del año 1919, conocida como Ley de Patronato o Ley Agote en homenaje a su autor, el legislador Luis Agote, quien también proponía el confinamiento de la infancia “descarriada” en la isla Martín García.

Desde inicios del siglo XX se alzaron voces contra estas respuestas institucionales. Canillita, de Florencio Sánchez, denuncia la situación de la infancia en una Buenos Aires que no ofrecía oportunidades. El mensaje de denuncia se amplificó cuando la historia fue llevada al cine en 1936. En 1939, Carlos Borcosque estrena la primera versión del clásico Y mañana serán hombres..., basada en hechos reales que denunciaban los diarios de la época.

La llegada del peronismo posibilitó reparar estas violencias. La Constitución de 1949 y la Fundación Eva Perón ampliaron los alcances de un Estado que no había sido pensado para la niñez. El derrocamiento del gobierno en 1955 retrotrajo estos derechos y repuso los institutos del Patronato. Enrique Medina y Leonardo Favio denunciaron este hecho a través del arte que pudieron expresar siendo adultos. Leonardo Favio filma en 1965 Crónica de un niño solo. En 1972, Enrique Medina publica Las Tumbas, donde denuncia el sinsentido de la protección brindada por el Estado: «Había terminado el segundo de la primaria cuando me internaron. Me puse a llorar como un desesperado al darme cuenta de que me iban a separar durante mucho tiempo de mi vieja. Ella también lloraba, pero se iba”. La película La Raulito, protagonizada por Marilina Ross y dirigida por Lautaro Murúa, reforzó esta denuncia en 1975. Toda una sociedad conoció, a través de estas obras, lo que se escondía debajo de la alfombra.

En su noche más negra, Argentina tocó fondo en esta materia. El terrorismo de Estado llevó a cabo un plan sistemático de apropiación de bebés que los privó de identidad, familia y futuro. En materia de infancias, la dictadura cívico militar genera también el fenómeno conocido como “chicos de la calle”. Cuando pudimos superar la etapa más oscura de nuestra historia, las respuestas no se hicieron esperar. Se abrieron casas y centros en el camino trazado por Evita y sus hogares. Tal como comenta Pablo Morosi, el Movimiento Chicos del Pueblo fue la respuesta que la democracia, desde sus tramas sociales, dio a esta situación:

Morlachetti propuso la idea de dar vida a un nucleamiento en defensa de la infancia y, junto con Enrique Spinetta, que había constituido con su mujer Claudia Bernazza el hogar Lugar del Sol en Berazategui, empezó a delinear una suerte de manifiesto doctrinario y de acción sobre políticas para la niñez. Ese texto terminó por convertirse en el acta fundacional del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo. (…) Carlos Cajade siempre dijo que aspiraba a que, alguna vez, el hogar que acababa de fundar no hiciera falta (…) Como el escrito elaborado por Morlachetti y sus amigos estaba planteado desde esa misma perspectiva, cuando Spinetta lo fue a ver a la Casita y lo invitó a plegarse, no dudó ni un instante. (…) La versión final del acta de constitución se firmó el 30 de setiembre de 1987 en la capilla Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa de Florencio Varela, a cargo del presbítero Miguel Hrymacz. Rubricaron el documento una docena de grupos que trabajaban con chicos (…) Una de las primeras definiciones fue no utilizar la habitual figura de «chicos de la calle» y apelar, en cambio, a la de «chicos del pueblo», para evitar estigmatizaciones.
Pablo Morosi. PADRE CAJADE: el santo de los pibes de la calle, ed. Marea, 2016.

Estos referentes formaron parte de los equipos ministeriales de la gobernación de Antonio Cafiero (1987-1991) en la provincia de Buenos Aires. Esta participación dejó como saldo institucional el Programa de Unidades de Desarrollo Infantil y Pequeños Hogares, los que fortalecieron -y continúan fortaleciendo- las casas que las comunidades abren en cada barrio.

Niñeces de nuestro tiempo

Mientras las edades tempranas son un hecho de la biología, ser niño/a o adolescente es un hecho social que depende de las concepciones dominantes en cada período. El Estado argentino logró, no sin esfuerzo, dejar atrás el principio de la Situación Irregular cristalizado en la ley de Patronato de 1919, receptando el principio de Protección Integral de Derechos expresado en la ley nacional 26.061 del año 2005. Esta ley reafirmó las convenciones incorporadas a la Constitución Nacional en 1994, entre ellas la Convención Internacional de los Derechos del Niño (CIDN).

Este esfuerzo normativo aún debe hacerse carne en instituciones y prácticas. El encierro institucional sigue vigente en los hechos, lo mismo que el enfoque que concibe la acción “protectiva” como acción “contra” la familia de origen, a la que se culpa de los problemas de niñas, niños y adolescentes. En este escenario, proponemos fortalecer las respuestas comunitarias que acompañan a las familias en situaciones de injusticia que no pueden afrontar por sí mismas. En ámbitos de convivencia (casas abiertas) o en ámbitos de acompañamiento (casas del niño, clubes de barrio, centros juveniles), los lazos afectivos tejen la trama social que abriga de la intemperie. En este escenario, la ternura deja de ser una categoría romántica para convertirse en una categoría política capaz de guiar acciones estatales y sociales.

La Agenda Niñez y Comunidad que se presentó en la H. Cámara de Diputados de la Nación invita a recorrer este camino. Se apuesta a las respuestas comunitarias para un desarrollo cooperativo e igualitario, a través del Fortalecimiento de las Respuestas Comunitarias en Niñez y Adolescencia, la creación del Instituto Nacional de las Organizaciones Comunitarias y la aprobación de un Régimen Laboral del Trabajador/a Comunitario/a.

Para vivir el derecho a la infancia, las respuestas comunitarias señalan el camino. De esto se trata. Aboguemos por un Estado nacional y provincial que las reconozca, para que sus instituciones se parezcan a nuestro pueblo.


Notas:

  1. José Carlos Mariátegui (1928). Aniversario y Balance. Revista Amauta.
  2. Eva Perón (1951). La razón de mi vida, capítulo XIII.
  3. Alberto Morlachetti (2006). Los niños y los oficios callejeros. Publicado por www.pelotadetrapo.org.ar
  4. Los proyectos de ley de la Agenda Niñez y Comunidad están disponibles en http://equiposweb.com.ar/proyectos/

Universidad Nacional Arturo Jauretche
Calchaquí 6200 (1888), Florencio Varela, Pcia. de Buenos Aires, Argentina
Tel: +54 11 4275-6100 | www.unaj.edu.ar

ISSN 2545-7128

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