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Por Ma. Virginia Terzaghi

En contextos de incertidumbre, enseñar y aprender es la tarea…

Lo hacemos hace mucho, algunes. Otres, por lo general aquellos que más nos interpelaban, nos miran hacerlo. Y en ese espejo nos seguimos preguntando si aquello que nos hace llegar cada día, cada semana a las aulas, pero también a los pasillos y al buffet de la Facultad efectivamente construye conocimiento… problematiza lo visible…

Es impensado el proceso de aprendizaje desenlazado de la enseñanza. Y esa será entonces una primera definición, para nada novedosa ni disruptiva, pero que se configura como el punto de arranque en esta suerte de recomendación o recordatorio para mí.

Y por eso asumo que los desafíos son compartidos. En el proceso de enseñanza y aprendizaje todes somos corresponsables, y sujetos imprescindibles, pero entendemos que el aprendizaje de conceptos, ideas y principios científicos es un problema complejo y singular. Al decir de Edith Litwin el provocar el pensamiento se constituye en el logro de un oficio complejo que deja marcas imborrables en las maneras de analizar los fenómenos sociales.

¿Esa es nuestra intención particular y la de la academia en general… verdad? ¿Pero sucede como lo esperamos?

Los tiempos en los que aprendemos y enseñamos, y los recursos con los que lo hacemos son dimensiones de este proceso. Lo consideramos como el contexto en el que se enmarcan las producciones. Y a la par de la particularidad, que hoy claramente se expresa en los efectos vinculados a la Pandemia del COVID 19, hay otras dimensiones generales que debemos poder visualizar y compartir.

Rastrear algunas pistas que apuntan a promover más y mejores aprendizajes, mediados por este contexto tan particular que hoy nos contiene o sujeta es para mí una reflexión necesaria, oportuna, urgente.

Empecemos por el principio

Es central que podamos reconocer cual es el tema principal que se abordara en cada una de las clases. Si bien suele estar incluido en el título de la actividad o nuestra exposición, no por eso es percibido claramente por todes. Debemos poder identificarlo de manera contundente porque esa claridad guiara nuestra selección y el anclaje que propongamos en la bibliografía, y en cualquier otra fuente propuesta para ese proceso de conocer. Amar y proponer la lectura es la clave. Y quizás en algunos casos las herramientas de la didáctica vienen en nuestro auxilio: Las guías de lectura pueden dar pistas importantes en este sentido.

Luego es importante que comprendamos que el tema, presentado también a través de su contexto de inscripción en la disciplina de la que se trate, es dotado de sentido, es explicado y justificado, y se aleja de una mirada instrumental. Adquiere centralidad porque permitió, permite y permitirá dar cuenta de aquello que queremos conocer y en nuestro caso, hacer. Por ejemplo, el concepto de Políticas sociales para el Trabajo Social. Conceptos situados.

El desafío siguiente es poder acompañar la construcción de relaciones con sentido entre cada nuevo concepto y el proceso que estamos transitando. Y esto no significa el forzamiento de ninguna relación donde no la haya, pero si la actitud de pensar cada concepto, cada idea, en tensión con mi marco de referencia anterior. La pregunta sería entonces: ¿cuánto me permite profundizar mi comprensión acerca de determinado proceso, este nuevo concepto en relación con lo anterior?

No todo lo que aporta un docente o un texto tiene la misma jerarquía. Es importante que podamos transmitirles esta diferenciación de jerarquía y secuencia en los aportes teóricos y que los estudiantes puedan construir su propia matriz explicativa. Desde allí, identificando estos conceptos centrales podrán ensayar la tan buscada articulación e interrogación desde la teoría a la empiria, al referente concreto con el que estemos trabajando, sea éste el relato de un sujeto/ta, un recorte periodístico, una nota de opinión de una revista científica.

Y es central que reconozcamos que los procesos de aprendizaje crecen en riqueza si podemos aceptar y valorar miradas diferentes en relación a un mismo fenómeno, situación, suceso. El aula, virtual en este momento, cristaliza como un espacio donde favorecemos la convivencia y promovemos el intercambio; la capacidad de ponerse en el lugar del otro, apreciar otra perspectiva, y finalmente, reconocer el valor provisional del conocimiento.

Para seguir pensando

Y en ese sentido, parafraseando a Litwin, tratamos que los estudiantes “piensen bien”, esto implica, liberándose de prejuicios, que busquen razones, que relacionen adecuadamente.

Para ello es imprescindible una actitud interrogativa, investigativa. Es central que podamos promover la vinculación de cada nuevo aporte al deseo de conocer, que reconozcan el valor de esos conceptos, que formen sus propios juicios, que respeten las diferencias y valoren la incertidumbre. Las suyas… y que podamos poner también en tensión, nuestras propias incertidumbres. Siempre una pregunta nos llevó mucho más lejos que una doctrina hermética. La humildad y la provisoriedad de los saberes. La riqueza de la producción colectiva.

Aquí estamos, aquí sigo con mis propios interrogantes, todas y todos dispuestos y deseosos, dispuestas y deseosas de ser parte de, como la bautizo el maestro Alejandro Dolina, la aventura del conocimiento. Un conocimiento crítico, situado y comprometido con los desafíos de la disciplina y de la hora de nuestros pueblos.

Bibliografía:

  • Litwin, Edith. El oficio de enseñar. Condiciones y contextos. Colección Voces de la Educación. Editorial Paidós. 2013
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