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Por Astor Massetti

Dislocaciones y nuevas densidades en la presencialidad convertida

«(…) enfrentamos decisiones reales y difíciles entre invertir en humanos o invertir en tecnología. Porque la verdad brutal es que, tal como están las cosas, es muy poco probable que hagamos ambas cosas. (…) Es un futuro que emplea muchos menos maestros, médicos y conductores. No acepta efectivo ni tarjetas de crédito (bajo el pretexto del control de virus) y tiene transporte público esquelético y mucho menos arte en vivo.» (N. Klein,2020)

1. Palabras iniciales

Año 2020. Un virus altamente contagioso, sin cura, sin tratamiento, sin vacuna y sólo con medidas de ingeniería social como respuesta: estrategia concienzuda para dar tiempo al sistema de salud pública para tener capacidad de respuesta frente a los casos más graves y campear así el temporal hasta que seamos inmunes (natural o «químicamente»). Año de Pandemia.

A meses de asumir la Presidencia de la Nación Alberto Fernández, se carga a cuestas la comunicación de la pandemia y le imprime así el primer componente no epidemiológico. De manera sensata, solidaria y valiente prioriza desde el momento cero la vida sobre toda otra cosa. De hecho, lo primero que aparece en la órbita del empleo público fue la normativa de excepción de asistir a los lugares de trabajo para las personas pertenecientes a los «grupos de riesgo». Unos días más tarde aparece la frase «no estamos de vacaciones», que enfatiza la necesidad de extremar cuidados; pero también instala algo más: el teletrabajo. Desde entonces hemos protagonizado una vorágine de trabajo virtual, que (lejos de las discusiones, normativas e historicidad que lo caracterizan) significa simple y llanamente que las relaciones laborales se han dislocado y hoy son objeto de otras densidades. Es decir, re relocalizan (ahora en tu hogar) y se complican en cuanto a condiciones de trabajo.

Reflexionemos juntes, entonces, sobre procesos, sentidos y sentires, reflexionemos sobre personas, humanidades y procesos en este artículo para nuestra revista Pueblo 6, escrito enteramente con un celular Samsung S10.

2. Trabajos eran los de antes

El deterioro de las condiciones de trabajo docente es parte de este fenómeno actual, con varios puntos centrales que se relacionan de manera compleja; al extremo que lo dislocado y lo espeso se tornan negativo.

En principio, está claro que no hay un convenio colectivo de trabajo que regule el pasaje de la modalidad de trabajo presencial a una virtual. Sí, por supuesto, existen regulaciones para la docencia virtual, semi-presencial y presencial. Pero no un manual de transformación de una en otra. Fue algo inesperado. Es claro que cambiar el modo de relación laboral sobre la marcha, de manera compulsiva, tiene un costo evidente. Sus puntos más notorios son la extensión de la jornada laboral, la calidad y cantidad de tareas realizadas, la obligación de que les docentes se tengan que hacer cargo de parte del costo del proceso educativo y finalmente la exposición a una mayor demanda de contención afectiva, personalizada, por parte de les alumnes (nuevas proximidades propias del mundo de digital).

Todo esto ocurre en un contexto de vulnerabilidad de las relaciones personales de les docentes y suscita una tensión afectiva producto de las técnicas dislocantes de la profilaxis pandémica. Les docentes, en este sentido al menos, son personas que sufren como cualquier otra el impacto del aislamiento y sus lejanías y que además están haciendo su trabajo bajo presión, resolviendo los problemas laborales en el mismo momento y lugar en el que resuelven sus problemas personales. Y demás se encuentran haciéndose cargo de los gastos y tiempos de capacitación, conectividad y equipamiento. Todo esto impacta en un aumento del estrés laboral a niveles bastante notorios.

3. ¿Y por casa cómo andamos?

La reconversión de los procesos de trabajo fue mucho más allá. Como corolario, tal transformación impacta integralmente en las subjetividades y las formas en que se sujetan a las realidades concebidas. El contexto en transformación aportó una racionalidad de hiper-productividad en el hogar. De alguna manera se instaló (autoimpuso) la idea de que en el hogar se debía ser mucho más productive que de costumbre.

Paréntesis: la labor docente, por sí misma, en general y sobre todo en aquellos perfiles docente-investigador, realizan muchas actividades en sus casas. La utilización del tiempo intensivamente (trabajar hasta altas horas de la noche, trabajar los fines de semana, trabajar sin descanso), forma parte del repertorio habitual de estos modos de vida relacionados sobre todo con la docencia universitaria. Imaginen qué implicancias puede llegar a tener una racionalidad de aún mayor exigencia. Fin del paréntesis.

Frente a tal textura laboral, nos hemos apoyado les unes a les otres, en toscas catarsis; tratando de acomodarnos, de no morir en el intento.

4. Finalmente está aquí la ausencia

En esta pandemia, lamentablemente, ahora estamos empezando a sentir la amenaza a nuestres cuerpes. Las cantidades (casos, fallecidos, recuperados) son ahora algo menos abstracto, algo que puede tocarnos.

Pero ya hace tiempo que no teníamos lo necesario para enfrentar un cambio social negativo; aún más regresivo (hambre) y violento (feminicidios, maltrato infantil, abandono de adultos mayores, violencia policial, etc.). Les sátrapas económicos, les avares y codicioses siempre nos han intentado exprimir y han logrado lo suyo. Pero siempre resolvimos juntes. Nunca nos faltó una mano ni un abrazo. Las redes sociales físicas de familiares, amigues, vecines, compañeres siempre nos sostuvieron y sobrevivimos, una y otra vez a cada evento trágico que nos impuso cada década: dictadura militar, hiperinflación, desocupación, desmonetarizacion. En definitiva, como factor común, el empobrecimiento.

Pero las redes humanas, los compañerismos, los guiños legítimos y los encuentros nos sostuvieron e incluso, desfachatez mediante, hasta nos hicieron felices. Hoy eso no está. En su lugar hay otra cosa: «redes sociales». Pero en realidad son productos creados por empresas pensados para hacer dinero, que nos entretienen y nos distraen, de los que nos apropiamos y damos otros usos limitados; pero que no pueden remplazar ni remotamente el mundo en el que nacimos. Y ni siquiera son un paliativo a su ausencia, sino otra cosa; que debemos pensar, digerir y aprender a manejar para que no nos absorban en sus vacíos ni nos consuman en sus propias lógicas.

¡¡Como nos desafía lo virtual!! La ética de la ausencia y la ansiedad; deformaciones del respeto mutuo generadas por las contradicciones del querer ser y el querer estar (que en este momento son irreconciliables). Y más aún: todo el esfuerzo puesto en rellenar los faltantes, los agujeros de un mundo virtualizante. Sí, hay un dejo “ludista» que es razonable. Estamos al límite porque nada nos entrenó para rellenar y tapar, para suplantar e intentar inventar otras ruedas.

Entonces la imaginación es llevada al exhausto límite del absurdo: hay que resolver como sea. Virtualización de la forma y de la jerarquía, deshumanizada y autoreferencial.

Pero también virtualización de la solidaridad, las convicciones y la responsabilidad. Usar lo intangible de lo relacional como materia de resistencia y rebeldía. Una lucha interna, lucha de contradicciones y contrastes, de aciertos y errores, como un «incesante tránsito por espacios que no se tocan», en palabras de Ameghino, el poeta.

5. Palabras finales

Hoy que escribo esto mismo, un puñado de personas, menos de 134, están en Plaza de Mayo con carteles que expresan otro temor, muy mío: la mezquindad organizada. «El populismo es peor que el coronavirus»; «Cristina es el coronavirus». Sí, esto está pasando también. No es sólo la panacea de la solidaridad y el éxito de la utopía tecnopedagógica. La textura de la realidad es compleja y contradictoria. Pero principalmente inacabada y es allí donde intervienen nuestras ganas de vivir, de progresar, de compartir, de transmitir, de transformar la realidad para mejorar nuestra patria. Estas cosas no son algo dado y seguro, sino la voluntad y constante esfuerzo consciente de avanzar con les otres.

Continuamos esforzándonos en poner en común las experiencias, los saberes, las prácticas, las creencias y también los temores en relación con la pandemia. Todo ello en relación con este evento que trasciende lo epidemiológico, que se cuela en cada uno de los espacios de la vida de distinta manera. Transitamos así también el camino de la reflexión sobre sus impactos, compartiendo muchas preguntas nacidas de esfuerzos colectivos por superar dolores y temores nuevos apoyados en inequidades e injusticias persistentes. Y reafirmando públicamente la voluntad política de reforzar las instituciones al servicio del pueblo.

Se sabe y lo dijo muy bien Einstein, (el del póster de un viejo desaliñado que muestra la lengua) sacudiendo nuestras certezas: «el conocimiento se alimenta con preguntas, no con respuestas». Mucho menos con prejuicios, agregaría yo. Es un gran punto de partida: la voluntad de cambio tiene que partir siendo crítica de sí misma (no criticona de otres). Solo cuestionándonos nos aprenderemos y así daremos un paso más hacia los cambios que debemos realizar en conjunto.

Bibliografía

Naomi Klein (2020). Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el post-coronavirus. The Intercept, traducido y publicado por La vaca.org el 26/05/2020

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