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Por Daniel Benítez, Director de CÁRITAS de la Diócesis de Quilmes

Reflexiones desde la fe

En estos días nos toca convivir con dos situaciones en los barrios populares, que develan de manera diversa la crisis de este modelo de ser social, una está vinculado con la mano invisible del virus, la otra más tangible, y que tiene una larga historia, pero agudizada en estos últimos tiempos que se siente en el estómago.

En este contexto vemos que el gobierno, con mucho tino ha desplegado una serie de programas (IFE, Tarjeta alimentaria, aumento en la asignación etc.) de ayuda a las familias en situación de vulnerabilidad, entre otras medidas, sin embargo la agudización de la crisis por la cuarentena, acentúa la emergencia alimentaria, donde tanto la presencia del Estado, de los movimiento sociales iglesias, etc., no dan abasto. El mismo Ministro Daniel Arroyo lo expresaba en el comité de crisis provincial junto a la Ministra Fernanda Raverta, acerca de esta situación, cierta sensación de correr de atrás. Por otra parte considero que ciertos mecanismos del Estado deben ser re-pensado dada su burocracia e inoperatividad. Como por ejemplo el programa de Apoyo a Comedores a nivel nacional, tiene serios problemas de funcionamiento, de regularidad, por los propios mecanismos del Estado que lo vuelven en una crisis como esta, lento y pesado. Necesitamos más Estado y mejor.

Desde el punto de vista sanitario sin lugar a dudas, la cuarentena es la medida más atinada en términos de cuidar a la población, me pregunto por otra parte si el 40% de informalidad que tiene nuestra Argentina, podrá aguantar esta cuarentena… 11.000.000 de personas se han anotado al Ingreso Familiar de Emergencia, calculo que superó las previsiones del Estado, una propuesta muy atinada por parte de los movimientos sociales, pero que sin embargo es insuficiente. Nos preocupa en este sentido la dimensión económica como reproducción de la vida, y no como re-producción de la fetichización de la mercancía.

En este sentido los medios hegemónicos plantean la necesidad de pensar lo económico, representando como siempre los intereses de las clases dominantes. La acción de las grandes trasnacionales (como Techint, Mc Donald etc.) frente a esta crisis de dimensiones mundiales, nos hacen pensar en la posibilidad de un cambio en relación a una nueva economía, donde ponga en el centro, no solo al ser humano sino al cuidado de la casa común, como bien lo viene señalando de manera profética el Papa Francisco. Quizás esta pandemia, sea una condición de posibilidad para el cambio… o una vez más el capitalismo, la modernidad, mostrara su capacidad de re-configurarse.

Hoy más que nunca el campo popular debe generar dispositivos que construyan nosotros, que reproduzcan la solidaridad, contra el sálvese quien pueda, o por prácticas que solo estén interesadas en cuidar las diversas quintitas de los diversos sujetos social. El otro es un don, como lo señala el Papa Francisco, o la Patria es el otro, deben encarnarse en prácticas, en tecnologías que se vivan en el cuerpo. Nosotros conjuntamente con los movimientos sociales y organizaciones comunitarias, creemos en la necesidad de los comités de crisis por partido, por barrio, para ver como aunamos esfuerzos entre todos, “para todos todo para nosotros nada,” debe ser nuestro aquí y ahora y nuestro horizonte, donde construyamos prácticas de cuidado de la vida amenazada, de cuidado de la Comunidad, de cuidado de nuestra casa común. Lo venimos haciendo en los tres partidos de nuestra Diócesis (Berazategui, Florencio Varela, y Quilmes), para mapear el territorio, para pensar colectivamente, pero todavía hay camino por recorrer…

Desde hace tiempo el pensamiento Latinoamericano, desde la Teología, desde la filosofía, desde las ciencias sociales, vienen planteando la necesidad de un cambio cultural, bebiendo de todas las tradiciones (indígenas, cristianas, afro-americanas), para construir, la vivencia de la inter-dependencia, de que somos seres relacionales, que todo es relación, y de que todo está conectado. No hay conducta individual, no hay meritocracia, el todo es superior a la suma de las partes (esto no significa la negación de las partes), no hay cogito (menos un cogito patriarcal) que no se construya desde un nosotros. De-colonizar nuestras miradas es la tarea y esta pandemia pone en evidencia, la necesidad de lo colectivo, por sobre lo individual.

Proceso que ya venimos transitando, con contradicciones. Si pensamos nuestras barriadas populares, mezcla de migraciones internas al interior del conurbano, como de nuestro país, y de la patria grande, le dieron al barrio siempre un tipo de solidaridad particular, la familia era el barrio, y la solidaridad se expresaba de esa forma, muchos hijos del barrio criado por alguna referente del lugar, así como la construcción de viviendas los sábados y domingos entre vecinos y familiares, son prácticas comunitarias cotidianas que reviven la solidaridad. Situación que convive con prácticas que consolidan la meritocracia. EL cuenta-propismo (albañiles, plomeros, remiseros, vendedores ambulantes) dan a veces la idea que solo basta con el esfuerzo individual, sin sopesar las condiciones estructurales.

Es esta cultura del descarte, transversal a las clases sociales, el crecimiento de la desigualdad, la falta de empleo, el crecimiento de la economía informal, la incidencia en los territorios del narcotráfico, que en muchos lugares no solamente es una salida laboral frente a la crisis del sistema, sino que es una forma de vida, un modo de ser frente al resquebrajamiento del tejido social, dador de sentido, de pertenencia.

La pandemia agudiza estas contradicciones, la vivimos al interior de las organizaciones quienes hoy se encuentran en la trinchera brindando un plato de comida, llamando al vecino que se encuentra solo, y otros más preocupados por su suerte individual. Así como también lo vemos

Frente a la Pandemia decimos hoy más que nunca que es necesaria la cultura del encuentro (como nos anima el Papa Francisco) con todo el campo popular, para que seamos uno en la diversidad. Universidades, clubes, sociedades de fomento, movimientos sociales, organizaciones comunitarias, el campo de la economía popular y solidaria, todes los que soñamos un mundo donde quepan todes los mundos, donde nadie quede afuera. Sueños que desde mi tradición cristiana, tienen profundas raíces, con todas las limitaciones que tiene nuestra institucionalidad, en la Fe, como actitud existencial, fe en la condición humana, en el amor como relación, como empatía al otro que sufre, y esperanza fundada en un aquí y ahora pero con la certeza de que el tiempo es superior al espacio.

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