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Por Guillermo Daniel Ñáñez, docente UNAJ

Pandemia o barbarie. Una historia que nos trae al presente.

Hace nada, los filósofos virales instalados en el planeta La Tierra, nos sorprendieron con un libro gratuito escrito entre el 26 de febrero al 28 de marzo de 2020 con el título viruculinario de “Sopa de Wuhan: Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia” y su editorial se llama ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio). Es gratis y se puede bajar.

La iniciativa fue de un argentino afincado en Tolosa, Pablo Amadeo que reunió a quince pensadores que fueron publicando en torno al CO-19 VID (coronavirus). Allí se dan cita, Giorgio Agamben, Slavoj Žižek, Jean Luc Nancy, Franco “Bifo” Berardi, Santiago López Petit, Judith Butler, Alain Badiou, David Harvey, Byung-Chul Han, Raúl Zibechi, María Galindo, Markus Gabriel, Gustavo Yáñez González, Patricia Manrique y Paul B. Preciado. Y esto me llamó la atención, ya que este libro fue hecho, si se quiere antojadizamente en el conurbano.

Muchos de los análisis fueron hechos como diría Jauretche “sobre el pucho” y por eso chocan con la realidad, pero aportan elementos para pensar y para pensarnos.

En lo particular, tomé conciencia de la peste a los 12 años en el verano quilmeño de 1975. La historia que llegó a mis manos, sucedió en el conurbano y específicamente en Vicente López, en el altillo de una casa donde viven Juan Salvo, su esposa Elena, su hija Martita y sus amigos Favalli, Lucas y Polsky. Truco, radio, noticias, apagón y… silencio, un silencio que aturde. Se asoman y el caos, los vecinos muertos en la calle, muertos en sus casas al abrir sus ventanas, muertos los que manejaban sus coches…unos copos son la peste y Juan Salvo se convertirá en El Eternauta.

Esa historieta, me hablaba del aislamiento, de la lucha por sobrevivir, del miedo al “otro”, sin embargo también me habla de un grupo colectivo, que buscan alternativas ante tamaña tragedia. Lo colectivo luchando contra lo individual, “nadie se salva solo” dijeron.

En mi mente de niño. Me impactaban las luchas contra los “Ellos” que paradójicamente no aparecen en toda la tira, será porque todos sabemos quiénes son “Ellos”.

Pero, buscando la historia de la peste y sus alrededores, encuentro que por la zona sur pasaron las siguientes cosas. En 1666 se conforma la Reducción de los Quilmes (en realidad era varias parcialidades castigadas por rebelión en el Tucumán entre las que se encontraban los Acalianos y Quilmes, trasladados a pie hasta la hoy ciudad de Quilmes). La última descendiente Kilmes, que reclama vía judicial el cacicazgo es Isabel Pallamay, quien litiga contra los descendiente de Filca. El juicio culminó en 1708, cuando el gobernador Manuel de Velazco y Tejada falló a favor diciendo que “el 27 de octubre de 1708 que debía suceder a Francisco Pallamay su hija Isabel”,la última cacique de los Quilmes. En 1718 un brote de viruela extermina a muchos, entre los que se encontraba Isabel Pallamay.

La región, luego tendrá dos pestes importantes, el cólera (1867) y la fiebre amarilla (1871) habían atacaron al viejo Quilmes (Quilmes, Varela y Berazategui), no con la gravedad que en la ciudad de Buenos Aires, pero esas epidemias se cobraron vidas.

En 1867 unos pintores trabajan en la iglesia parroquial de Quilmes (actualmente la Iglesia Catedral), uno de nombre Rafael Avilés, había estado unos días antes en Buenos Aires, vuelve el 2 de abril y se descompone, es atendido por el Dr. Cueli quien diagnostica que la enfermedad de Avilés es cólera morbus esporádico. Al finalizar ese mes habían fallecido 5 personas incluyendo a Avilés. En ese año, llegando a diciembre se registraron 69 muertos en Quilmes con una población de 1400 habitantes y 62 en la campaña (Varela y Berazategui) con una población de 3850 habitantes aproximadamente. Tuvieron que clausurar el cementerio y crear una Comisión Humanitaria. Los remedios de la época: agrio de naranja, láudano, licor de las Hermanas, esencia de yerbabuena, gotas de Rubín, aceite de manzanilla. Los muertos, fueron sepultados con sus colchones, debían ser en tumbas con una capa de cal y luego tierra. No existían ideas de aislamiento, desinfección y prevención. Al terminar la epidemia había dejado un total de 300 infectados y 131 muertos.

En 1871 aparece la fiebre amarilla en Buenos Aires que producirá unas 15.000 víctimas. En este caso las características de esta enfermedad, que responde a un determinada especie de mosquito (Aedes aegypti) que trasmite la fiebre amarilla, como así también la Chikunguña, Zika y Dengue. Esto hizo que la enfermedad llegara a la región por medio de habitantes que huían de la Capital Federal. Por ejemplo, John Davidson, vivía en la calle Perú y México y se trasladó con su familia a la estancia Santo Domingo de Varela. El 6 de mayo murieron dos víctimas de esta enfermedad en Quilmes (Florencio Varela) un matrimonio de italianos escapados de Capital. Hasta el 8 de mayo de 1871 fallecieron 20 personas que vinieron con la enfermedad de Capital, por lo que ningún habitante de la región, fue alcanzado por dicha epidemia. Se construyó un Lazareto para atender estos casos.

En Varela existe el mito urbano que sostiene que se pobló por causa de esta enfermedad, cuando en realidad, Juan de la Cruz Contreras vio la oportunidad de lotear y vender sus campos. El 7 de abril de 1871, Don Juan de la Cruz Contreras encabeza el petitorio de los vecinos de los cuarteles 3° y 4° de Quilmes –hoy Florencio Varela–solicitando al gobernador de la provincia de Buenos Aires la creación del pueblo de “San Juan”, dicho petitorio firmado por 108 vecinos. Don Juan de la Cruz Contreras conocía muy de cerca de Don Andrés Baranda, líder del Partido Autonomista donde militaban ambos.

En 1956, se produjo la mayor epidemia de poliomielitis en la Argentina, con 6.496 casos por enfermedad que causaba la muerte o dejaba una severa discapacidad. La investigación científica y la innovación farmacéutica también pudieron torcer el curso de esta enfermedad.

Hoy se nos cruza el coronavirus, una parte olvida las enseñanzas del pasado, pero están cerca. Seguramente tendremos tiempo para leer esta humilde nota para que podamos reflexionar. Estamos aislados porque existe un virus del cual no tenemos certezas, sino mas bien incertidumbres. No tiene una cura por el momento, no existe quien “me de la inyección a tiempo antes que se me pudra el corazón” como dijo Charly.

El COVID-19 nació en China, pero explotó primeramente en la pérfida Europa (Italia, Francia, España e Inglaterra) para llegar al centro de capitalismo mundial, Estados Unidos. ¿Qué hubiese pasado si el virus se hubiera generado en algún pueblito de África o América Latina? Seríamos castigados por las voces autorizadas, nos hablarían de pobreza, de indigencia y prohibirían el contacto. Resulta que los países centrales son los centralmente infectados.

El gobierno argentino tomó las medidas que indican desde la Organización Mundial de la Salud. Pero, increíblemente aceleró el proceso de reconstrucción del Estado Argentino, terminar hospitales olvidados por el macrismo, reactivar el sistema sanitario, y fundamentalmente tejer una red de solidaridad en el pueblo. Y quienes siguen intentado el ataque desde el sentido común, saben que el virus no discrimina como ellos. Puede matar a cualquiera y me incluyo.

Deberíamos preguntarnos todos los días lo frágil que somos todes, todas y todos. Escuchar las voces del pasado para reinterpretarlas, buscar las nuevas formas de solidaridad que debemos inventar, guasapear a alguien que sabemos que se encuentra solo, llamar por teléfono, preparar clases virtuales, cantar para nuestros amigos, imaginar chistes o historias que nos conmuevan.

Cuando pase el tiempo nos daremos cuenta si esta pandemia fue una gran oprtunidad para un mundo agradable y solidario o lo contaremos como una etapa más del sistema capitalista del que es hijo. Espero no tener que andar por las calles vestido como el Eternauta esquivando coronavirus.

Bibliografía

Craviotto, José A., Quilmes a través de los años. Ed. Municipalidad de Quilmes, Quilmes 2° edición. 1969

Levoratti, Jorge. La reducción de los Quilmes 1666-1812. 1° ed. Quilmes. Ed. Tiempo Sur. 2000.

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