Saltear al contenido principal

Por Astor Massetti, Doctor en Ciencias Sociales, Coordinador de la carrera de Trabajo Social (UNAJ)

La tentación en la encrucijada

La firmeza de la comunicación política del presidente fue un acto necesario para estar a tono con la gravedad de la pandemia y la excepcionalidad de las medidas de distanciamiento y aislamiento social. Tal determinación exhibida en el uso de todas las herramientas institucionales dentro de la democracia logró mermar comportamientos basados en el descrédito de la política y de la acción estatal en general. No de manera total, no es magia; pero si de manera evidente.

Desde allí se pudo comenzar a competir en la circulación de sentidos sobre que debe ser lo público. El sentido que más me interesa es la puesta en escena del enunciado de lo inviable del neoliberalismo y su peligrosidad. Y con ello, la recuperación de la solidaridad y lo colectivo como opción obvia al individualismo del sálvese quien pueda.

En estos días, el partido mediático/judicial/empresarial inició su avanzada frente a este escenario que limita la legitimidad de decisiones tales como despidos masivos en medio de la pandemia. Revelando que la guerra simbólica (psicológica se le llamaba) recién empieza.

¿Cuáles son las posiciones/trincheras/sentidos que se confrontan?

El sentido que menos me cierra es el «fanatismo disciplinador». La exacerbación del autoritarismo, el control, la persecución y la discriminación justificadas (como siempre lo son) por un supuesto bien común. Lo mismo con invocar razones de índole Superior, donde solo las preguntas no tienen lugar y las respuestas son siempre autoritarias. Revestido este rasgo recurrente ahora como «sanitarismo punitivista» al decir de un amigo. Y ahora aderezado del viejo ataque a la legitimidad de un pueblo de elegir su rumbo: la antipolitica, hacer creer que el Estado es solo una banda de ladrones inútiles mientras que las empresas son los templos de la virtud.

Dos cosas asoman como encrucijada inevitable: 1-¿El mundo será el mismo? 2-¿Como será ese nuevo mundo? Veamos: ¿Qué posibilidades tenemos a mano?

Primera: Al tradicional uso represivo de fuerzas de seguridad corrompibles, sistemas judiciales penetrados por la parcialidad, y de las ideas paranoicas emanadas desde medios de comunicación tradicionales, cobra fuerza una sociedad de control de las acciones y opiniones basada en la expansión de la tecnológica de redes sociales. De hecho ya está aquí y ahora; de la mano de unas pocas mega corporaciones y proyectos de vigilancia de potencias centrales.

Segunda opción: una sociedad solidaria que construya soluciones nuevas y colectivas a los grandes problemas de la humanidad: hambre, contaminación y discriminación. La clave del éxito de esta posición aparentemente, según varios amigos, está en el fenómeno del «retour du Etat», para evocar a Touraine. Un estado presente y eficiente, centrado en el bien público antes que en los negocios privados. Y un limite a la mercantilización de las necesidades públicas (a la mode Chez Macron). Esto se ve incluso como una posible nueva globalización: cierre de fronteras a la circulación de personas. ¿Las mercaderías también quedan fuera? ¿Las invasiones militares también?

Varios amigues me apuntan: pueden ser ambas al mismo tiempo, cosa que es más cierta, más empírica que la simplificación de las clasificaciones. Es más una sociedad autoritaria puede auto justificarse como forma de reprimir el dolor en los barrios más humildes. Desesperación por un mango que no llega, por una indefensión que se transforma en furia; que supera incluso a la rivalidad; trama de organizaciones sociopolíticas territoriales. Incluso puede, como lo es ahora, acentuar la multiplicidad de modos de vidas en donde la acción de violencia física quede como opción para los más humildes y el control tecnológico para reforzar las creencias de otros nichos poblacionales.

Otro amigo más pesimista me apunta: poco ha cambiado. Portaviones mata a Bigote buena onda. La nueva sociedad está impregnada de las correlaciones de fuerza ya desplegadas y no llegamos a visualizar tan fácilmente el posible resultado de un cambio de centralidad en los poderes internacionales (aporta otro amigo). ¿China ataca a Sillicon Valley? ¿Moscú ataca a Texas?

Y en medio de tales preguntas que nos hacemos muchos y expresó aquí como puedo (y que denuncian de forma tibia e ineficiente los estragos del hambre y abandono que nos han legado los liberales de pacotilla) que Alberto Fernández pelea por la salud pública en la que es no solo una batalla de supervivencia aquí y ahora; sino por definir que vale la pena y que no. Inmenso cuando dice que “los negocios se recuperan pero una vida perdida no”. También iniciando la primer batalla hacia el 2024; que es la forma concreta que adquiere el debate de que sociedad emerge (lo político/social) de esta tragedia (biológica/viral) al decir de H. Gonzalez. En esta batalla los ricos, los Roccas y sus lacayos, tratarán de convencernos de que somos culpables hasta del propio CORONAVIRUS; y que solo nos merecemos padecer mientras adoramos los monumentos que construyen para sí mismos. En la constante búsqueda de recrear la épica de la generación del primer centenario; que mientras condenaba a la indigencia a los inmigrantes y asesinaba a la población originaria, construía para sí misma el mito endiosado de los padres de la patria.

Compartir
Volver arriba