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Por María Coria, Paola García, Agustina Giordano, Érika González, Lucía Jiménez y Yamila Rudoy

Ni una jubilada menos

En mayo de este año, el gobierno anunció que la moratoria previsional para las mujeres finaliza en julio. Tras la presión social y la protesta de diversos sectores, anunciaron una nueva prórroga por tres años más. Sin embargo, esta medida de ANSES esconde una trampa: al no modificarse la fecha de corte, estipulada en el año 2003, aproximadamente 500 mil mujeres ya no podrán jubilarse.

El contexto político actual de Argentina, y de América Latina en general, está fuertemente marcado por políticas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional, pero también, por una ideología conservadora que atenta sobre el avance en materia de derechos conquistados en los últimos 15 años, de distintos colectivos históricamente postergados.

En ese contexto, desde el año 2004 se brindó la posibilidad del acceso al Sistema Previsional a mujeres trabajadoras domésticas y amas de casa. Esto significó un reconocimiento al labor doméstico, hasta ese momento, invisibilizado. Según datos de ANSES: “La mayoría de los nuevos beneficiarios por la Moratoria han sido mujeres: en mayo de 2010, del total de beneficios otorgados por moratoria un 78% corresponden a mujeres y el 22% restante a varones, concentrándose en ambos casos en el rango de edad de 65 a 69 años” (ANSES 2010, p 14). Esta política buscó achicar la brecha existente entre hombres y mujeres en edad jubilatoria, como así también en relación al acceso y reconocimiento del trabajo y los derechos de las y los trabajadores. Garantizó el derecho a un ingreso durante la adultez mayor a millones de mujeres;  implicó un reconocimiento de las tareas domésticas y de cuidado que obstaculizaron la participación plena de las mujeres en el mercado de trabajo. También permitió activar el ejercicio de la autonomía económica durante la adultez mayor.

Desde hace décadas, las mujeres vamos abriendo espacios y exigiendo que se nos reconozca de manera igualitaria las posibilidades de acceso al trabajo; se nos reconozcan las tareas que realizamos y se nos retribuya de manera equitativa el salario correspondiente en relación al trabajo que realizamos. La moratoria previsional constituyó una medida de justicia social y equidad de género. En primer lugar, por el reconocimiento a las personas que tuvieron una vida laboral no registrada, donde las mujeres son mayoría y en segundo lugar, por el reconocimiento al trabajo de las mujeres que se desempeñan como amas de casa en el hogar.

“Esta moratoria hizo que nos sintiéramos dignas como amas de casa. Dignas del trabajo que hicimos en nuestras casas durante tantos años, criar hijos. Fue una medida acertada del gobierno anterior. Además, hay que recordar que en los noventa mucha gente quedó sin trabajo, en la calle, y no tenía la edad para reinsertarse al trabajo. A ellos también los benefició la moratoria”, testimonios como este se replican en lo cotidiano, ya que todes conocemos a alguna mujer que dedicó su vida al trabajo doméstico.

Desde la conformación de la sociedad moderna, el sistema capitalista impuso la división sexual del trabajo que persiste aún hoy y, sobre todo, en los países “sub-desarrollados” como el nuestro. Por un lado, los hombres como jefes de hogares, accediendo a trabajos formales o informales para sustentar la familia. Por otro lado, las mujeres a cargo de tareas domésticas y relacionadas a la crianza y cuidado de las familias, sin ningún tipo de remuneración y sin el reconocimiento social de su trabajo. En la historia argentina se marcó la desigualdad hacia la mujer, a partir de la clase social, la etnia, el origen y la orientación sexual configurando así, un sistema desigual que se basa en una estructura patriarcal. Esto se ve reflejado en las luchas cotidianas de las organizaciones de mujeres sobre la vulneración de derechos y oportunidades.

El ámbito laboral se constituye como un espacio desigual en relación al género, ya que la mayoría de los espacios de poder siguen perteneciendo a los hombres, como así también existen inequidades respecto de los salarios aún cuando hombres y mujeres realizan las mismas tareas: el salario de las mujeres es 25% menor que el de los hombres y dos de cada tres mujeres ocupa cargos de baja categorización (INDEC, 2017). La desocupación también es una problemática que afecta más a las mujeres, ya que tardan más que los hombres en volver a insertarse en el mercado laboral, y se les hace más difícil conseguir trabajo por afrontar la responsabilidad del cuidado de los hijos y el hogar.

En conclusión, este ataque sobre los derechos de les trabajadores, se recrudece sobre las mujeres. Aunque la decisión finalmente, fue la de prorrogar la aplicación de esta medida, por tres años, las mujeres empleadas de manera informal o “amas de casa” se verán imposibilitadas a acceder a su derecho de jubilarse. La propuesta del actual gobierno para los y las que no cuentan con los aportes necesarios para jubilarse, es el otorgamiento de la Pensión Universal para Adultos Mayores (PUAM) que comprende solo el 80% de la jubilación mínima y levanta el umbral de la edad jubilatoria. En definitiva, si bien la extensión de la moratoria previsional para mujeres es una victoria, dado que el proyecto del gobierno es el otorgamiento de subsidios focalizados a la vejez como constituyen las PUAM, es fundamental señalar el componente altamente restrictivo del mantenimiento de la línea de corte en 2003, que deja afuera fundamentalmente a las que trabajaron toda la vida en el hogar. Es necesario tratar la moratoria  a través de un espacio de discusión política como el Congreso y convertirla en una medida verdaderamente universal como lo fue en su origen. Entendemos que en este marco, desde nuestro lugar como futuras trabajadoras sociales es necesario seguir sosteniendo políticas públicas, que garanticen  la igualdad de oportunidades entre las personas y más aún, las que no han podido acceder a empleos formales. Las políticas de este gobierno no dejan de generar incertidumbre en la gente, y aún más en las mujeres quienes nos vemos afectadas al retroceder en materia de derechos que tantos años nos costó conquistar. El reconocimiento del trabajo doméstico y el acceso a una jubilación a millones de mujeres ha significado autonomía e independencia económica para millones de mujeres de nuestro país. No podemos dejar de preguntarnos qué pasará con las mujeres que quedan por fuera de la jubilación que han dedicado sus vidas a  ser amas de casa, criar a sus hijos o a trabajar de manera informal. Estas decisiones no hacen más que sostener el sistema patriarcal y las diversas violencias que se ejercen sobre las mujeres, pero sobre todo la violencia económica y la dependencia de otros -generalmente, hombres- como así también a caer en trabajos cada vez más precarizados.

En un año electoral y con un pueblo con tantos derechos vulnerados será nuestro deber como mujeres, ciudadanas, trabajadoras y estudiantes,  levantar las banderas de nuestros derechos y ponernos en pie de lucha para que la sociedad y el Estado reconozcan la importancia de nuestra labor tanto en la casa como en los trabajos.


Bibliografía consultada:

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