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Por Patricia Falcón, Claudia Leal, Yamila Ponce y Florencia Peralta

Mujeres argentinas:Desigualdad de Género y la profundización de las inequidades económicas

Género y Trabajo

El 2018 constituyó un año de fuertes avances en la organización del movimiento feminista: mayor visibilizacion, reivindicaciones y demandas propias del colectivo de mujeres, lesbianas, travestis y trans. Sin embargo, las desigualdades económicas siguen siendo un eje estructural de reproducción de las desigualdades de género en general. Es por ello que constituyen una de las grandes motivaciones que nos llevo a movilizarnos el 8M de 2019, en el paro internacional de mujeres. El presente artículo se propone sistematizar y actualizar a partir de las nuevas mediciones 2018 las principales desigualdades de género en la economía Argentina a la luz de las transformaciones en la etapa reciente, basados en el informe del Observatorio de Género de CEPA: “Más precarizadas y con menores ingresos: la situación económica de las mujeres argentinas” (2018)

Las mujeres y el mercado de trabajo

Las mujeres y los varones tienen perfiles de inserción diferentes en el mercado de trabajo: las mujeres, tienen una menor tasa de actividad y trabajan menos horas en promedio que los varones, lo que tiene un efecto directo sobre los ingresos laborales. Mientras que la tasa de actividad masculina es de 69,5%, para las mujeres es de 49,1%. Según la encuesta de uso del tiempo de INDEC del año 2013, las mujeres dedican 38 horas semanales y los varones 47 horas al trabajo para el mercado.

Como contrapartida de la menor inserción de las mujeres en el trabajo remunerado para el mercado, se encuentra el denominado trabajo reproductivoque realizan en gran medida las mujeres. Mientras que las mujeres en promedio dedican casi 46 horas semanales a tareas de cuidado de personas, limpieza y cocina, los varones solamente lo hacen un promedio de 17 horas, según surge de los datos de la encuesta de uso del tiempo de INDEC de 2013.La desigual inserción laboral femenina limita el acceso a la generación de recursos económicos, lo que deriva en un problema sistémico para el conjunto del género femenino. Una de las maneras en que se manifiesta este fenómeno es en la persistencia de la denominada brecha de ingresos, que para el segundo trimestre de 2018 arroja que las mujeres ganan 25% menos que los varones. Pero las diferencias entre varones y mujeres al momento de insertarse laboralmente no se agotan en la desigual distribución del trabajo productivo y reproductivo. Las mujeres también tienen mayores tasas de informalidad laboral, lo que implica no solo menores ingresos, sino diferencias cualitativas en términos de derechos laborales y de acceso a cobertura jubilatoria a futuro. Otro de los factores que también tiene influencia sobre los menores ingresos percibidos por las mujeres en el mercado laboral se encuentra relacionado con el perfil de inserción diferencial entre unos y otras. Por un lado, las mujeres se insertan de manera más intensiva en las denominadas profesiones del cuidado: docencia, salud, y trabajo doméstico, reproduciendo en el mercado laboral la división sexual del trabajo que opera al interior de los hogares. Mientras que sólo 6% de los varones se dedica a estas actividades, entre las mujeres asciende a 32%. (CEPA, 2018). La investigadora y referente feminista argentina Valeria Esquivel, estudió con evidencia internacional, que tanto la feminización como el componente de cuidado de las profesiones afectan negativamente los salarios percibidos por los trabajadores.

Derribando Mitos

En primer lugar, uno de los mitos en torno a la brecha de género es que la misma se debe a que las mujeres son peor remuneradas a igual tarea realizada por varones. Sin embargo, aunque esto pueda suceder en la práctica en algunos casos, no explica el fenómeno macro. Entre las principales causas de la desigualdad salarial, se encuentra la inequitativa distribución entre trabajo productivo y reproductivo (las mujeres dedican menos horas al trabajo remunerado porque deben atender al sostenimiento del hogar), lo que se refleja en la tasa de actividad: 69,5% es la tasa masculina y 47,1% la femenina.

En segundo lugar, la desigualdad salarial, que se suma a la desigual en la distribución de tareas al interior de los hogares y la mayor vulnerabilidad en la inserción laboral femenina, es la penalidad de las profesiones asociadas a tareas de cuidado. Según el relevamiento realizado, las profesiones de la sanidad, docencia y servicio doméstico, fuertemente feminizadas y asociadas al cuidado, tienen peores remuneraciones horarias que otras profesiones con similares características en términos de formación profesional y experiencia laboral. Incluso, aquellas actividades que requieren menor formación, menor experiencia y en las que el salario promedio horario se ubica entre los más bajos, la diferencia salarial entre las que involucran carga de cuidado con las que no, es mayor que la que se presenta entre las actividades relevadas que implican un mayor nivel educativo. Por último, entre las políticas a implementar, corresponde sugerir la incorporación de estadísticas que nos permitan avanzar con el análisis de las desigualdades de género para seguir pensando qué otras políticas públicas pueden tender a un horizonte de equidad.


Referencias

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